El seleccionado argentino ganó y Salta fue una fiesta. La victoria fue un justo premio para una ciudad que, durante toda la semana, no se cansó de demostrarles todo su amor a Los Pumas.
Una fiesta; sencillamente una fiesta. En la previa, y por la fogosidad que desató la llegada de Los Pumas a Salta, se olfateaba que el color que abrazaría al test match iba a estar tenido de un rojo pasión. Y así fue. Con un estadio Padre Ernesto Martearena a tope (22000 personas), con un público de sangre bien caliente ,a pesar de la fría ventisca que caló hondo en los huesos- y con el clasiquísimo himno "el que no salta en un inglés", la cancha, poco a poco, se fue convirtiendo en el hervidero pronosticado.
De arranque nomás, a los dos minutos, Juan Manuel Leguizamón se zambulló en el ingoal rosa (apoyó el sexto try de la era Phelan) y la gente, con una sonrisa digna de propaganda de dentífricos, explotó de emoción. El "olé, olé, olé, Pumas, Pumas" fue la canción de moda en la provincia norteña y el hitazo no bajó del top 5 hasta que terminó el encuentro.
La cuestión era clara. Las tribunas transmitían calor y pasión, y el equipo argentino parecía nutrirse del mismo para ir para adelante. Y eso, que los chicos de Tati recibieran la música en sus oídos, iba de la mano de más griterío, de más color y de más cantitos tribuneros.
El primer tiempo terminó con un 14-3 tatuado en la chapa y "el que no salta es un inglés" se adueñó del habitat durante los diez minutos que duró el entretiempo. Y sí, a pesar del vientito gélido, el Martearena transpiraba alegría.
Y el complemento fue similar a su antecesor. Aliento, aliento y más aliento. Y cuando las cosas no anduvieron bien, el público se encargó de posicionar nuevos hits en el ranking cancionero: "el vamos, vamos, Argentina, vamos, vamos&" se quedó con la pole position y fue figurita repetida durante los últimos 40 minutos. Pero también hubo otro que copó el estadio, y que no se puede escribir con letras: los chiflidos. Cada vez que el certero apertura visitante, Andy Goode, se dispuso a patear un penal, un fortísimo coro de silbidos le perforó los tímpanos. Claro, no tuvieron demasiado éxito, porque el número diez sólo erró un penal de los seis que disparó.
Y así, con un poquito menos de tranquilidad que en el PT por los cuatro penales de Goode, llegó el pitazo final y la explosión de toda Salta. Los Pumas volvieron a ganar, volvieron a recuperar su mística y, sobre todo, volvieron a ser protagonistas principales de un test match de alto nivel. Y por eso, por la buena producción norteña, el público los acarició con una catarata de aplausos.
Las estadísticas dirán que la presentación en tierra salteña fue un éxito; por el triunfo y, claro, también por la pasión que los Pumas despiertan en cada rincón de la ciudad. Luego del calor, amor y entusiasmo demostrado durante toda su estadía, el seleccionado no puede dejar pasar mucho tiempo sin regresar a esta hermosa provincia. Los salteños fueron categóricos merecedores de una segunda parte.
Por Ramiro Guillot - Espn.

0 comentarios:
Publicar un comentario