

Pichot hubiera preferido estar en cualquier otro lado que en esa sala de micrófonos ávidos de sensaciones. Pero los formalismos y el rigor lo ubicaron allí. A la segunda interrogación, Agustín se quebró, y respondía entre sollozos y lágrimas. La angustia se transmitía en directo. "La Copa del Mundo se terminó, no sé como vamos a jugar con Francia, ya veremos", alcanzó a decir y se disculpó, desconsolado.

Cualquier otro se hubiera desplomado en el suelo al término del partido. Sin embargo, Pichot reunió a sus compañeros en el centro del campo, y entre lágrimas les gritó: "Gracias por todo el compromiso que tomaron y el sacrificio que hicieron, incluso los jugadores que no jugaron. Es un honor y un orgullo ser el capitán de un equipo como este. Les doy gracias a todos y a Marcelo (Loffreda)". Después fue en busca de sus hijas, Joaquina y Valentina, quienes le llenaron ese vacío de pena y dolor, y recién con ellas a su lado levantó la mirada, todavía ausente y perdida, intentando encontrar alguna explicación.

El anuncio de su despedida tal vez fue apresurado. Anoche, Marcelo Loffreda decía que iba a tratar de convencerlo para que juegue al menos unos minutos durante el partido con los franceses, el viernes próximo, por el tercer puesto. Aunque Agustín, en lo más íntimo, desea darle una oportunidad a Nicolás Fernández Miranda, que también se despedirá de los Pumas. Es un gesto saludable del capitán para un compañero perseverante, que jamás claudicó a pesar de ser hace 13 años su relevo. El adiós de Pichot simboliza el cierre de una generación dorada, la más notable que ha dado el rugby argentino. Presente en cuatro mundiales (el récord, compartido con Pedro Sporleder), este héroe romántico marcó un quiebre en la historia del deporte ovalado en nuestro país. Supo interpretar los avances del mundo y aggiornó a un plantel a los latidos profesionales. Luchó contra una dirigencia de consignas oxidadas y lealtades frágiles, y siempre lucró por los intereses colectivos por sobre los personales. Más allá de los logros deportivos, que fueron los mejores de la historia, modificó la mirada e invitó a interpretar el rugby de otra manera. Este líder jamás dejó de sentir el amor por la camiseta, la pasión de ir al club como a su propia casa ni los valores y el espíritu del amateurismo. Sino que pugnó por una estructura ordenada y prolija, con reglas coherentes y proyectadas a lo que sucede en la actualidad mundial.

Después de un prolongado suspiro, la voz de Pichot se recompuso y dejó una impresión para el universo del rugby. "Querer reducir el Mundial de 20 a 16 equipos sería el final de este deporte. Es importante que otras naciones también sean parte. La Sanzar, la IRB o quienes sean lo tienen que entender. El rugby es para todos, no sólo para unos pocos", sostuvo, esta vez con firmeza, aunque con el rostro hinchado y los ojos rojos, secuelas de la tristeza. No tenía ánimo de hablar demasiado acerca de la derrota con los Springboks. "Ellos interceptaron tres pelotas y nosotros hicimos muchos knock on", explicó al paso, ya en retirada, con el alma herida y el honor intacto. Cruzó la puerta e ingresó en el vestuario. Se abrazó con sus compañeros de mil batallas e intentó levantarles el ánimo. No pudo. Y el se volvió a quebrar. La película de lágrimas se observaba desde una pequeña hendija.

El ciclo de una generación dorada está cerca del final. Después del encuentro con Francia será hora de balances y replanteos. Con Pichot y otros jugadores de experiencia que anticiparon su adiós (Omar Hasan, uno de ellos) también se irá Loffreda, el entrenador más exitoso del rugby doméstico, un hombre que junto con el capitán supieron guiar a este grupo hasta en las peores tormentas. En un veloz repaso sobre la vida de Pichot, de 34 años, en los Pumas, las imágenes muestran impotencia, alegría, fastidio, excitación y dolor, todas sensaciones que durante sus 13 años en el seleccionado señalizaron un camino exitoso, recorrido junto con un plantel de amigos, de corazones unidos y peleadores de causas perdidas. Este líder que revolucionó el rugby abrió las puertas del adiós. El rugby argentino no lo olvidará jamás.

71 caps tiene Pichot con la camiseta de los Pumas y marcó 12 tries. Tiene el récord de presencias en Mundiales, con 13 partidos mundialistas. Por Nicolás Balinotti
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